Por Violeta Alcocer
Hace años leí un artículo que me marcó. No recuerdo el autor (la memoria no es lo mío) pero su mensaje me caló hondo y me invitó a hacer una de esas reflexiones que se prolongan durante años y que, con el tiempo, terminan convirtiéndose en uno de los muchos hilos que guían nuestras acciones cotidianas.
Así que para empezar, ya que no recuerdo su nombre, por lo menos quiero agradecer a esta persona lo mucho que me regaló con su bonito artículo.
En el texto el autor hablaba de su infancia y su juventud y de cómo se sentía un privilegiado porque su madre siempre se despedía de él diciéndole : “pásalo bien” en vez de “ten cuidado” o “pórtate bien”. El discurso que seguía venía a decir que lo que le agradecía profundamente a su madre era el hecho de no haberle obligado a crecer con miedo, concretamente, con miedo a ser feliz, y que esos “pásalo bien” a lo largo de los años los incorporó como parte de sí mismo y que mucho tiempo después, ya maduro, se consideraba una persona con capacidad de afrontar los retos con optimismo. Él pensaba que parte de su actitud ante la vida se la debía a los “pásalo bien” con que su madre regó su infancia.
La actitud y las palabras de esa madre dicen mucho de ella y, además, encierran en sí mismas toda una rebelión contra lo establecido –que el niño nunca intuyó, pero el adulto sí- y, por encima de todo, una confianza absoluta en el hijo que tenía. Imagino que esas palabras, además, se acompañaron de otros muchos pequeños gestos y tratamientos cotidianos que alimentaron en su hijo lo que más tarde fue una buena autoestima y una actitud ante la vida limpia y valiente.
Cuando uno se despide con un “pásalo bien”, en la puerta del colegio, en casa de la abuelita o en un cumpleaños lleno de niños.. está señalando la posibilidad de disfrute de cualquier experiencia por encima del temor a que al niño le pase algo o “se porte mal”.
De hecho, cuando uno avisa con un “portate bien” parece que estuviera dando por hecho, de manera injustamente profética, que “portarse mal” será el resultado más probable de la jornada. Lo mismo ocurre con el “ten cuidado” o con el mucho peor “haz lo que te digan”.
Y aquí llegamos a otro tema importante, que es la cuestión de cómo los padres muchas veces valoramos a nuestros hijos por sus logros más que por sus procesos y estamos más pendientes de los resultados que del camino que nuestros pequeños recorren para llegar a ellos. Porque a fin de cuentas, ¿qué le deseamos realmente a nuestro hijo cuando se aleja de nosotros rumbo a clase o nos da un abrazo antes de desaparecer tras la puerta de la casa de su mejor amigo? ¿qué esperamos de él, qué objetivo vamos priorizar sobre el resto? ¿su conducta o su vivencia?
“Pásalo bien” es contundente y encierra en sí mismo un punto de partida excelente(“cualquier experiencia puede ser disfrutada”) , una gran confianza en nuestro hijo (“sé que te vas a manejar bien tu solito ahí donde vas”) y la sana elaboración de todos esos temores que inconscientemente le colocamos al niño cada vez que nos separamos de su lado (“algo horrible te puede pasar o algo vas a hacer fatal”).
Es también una sana crítica contra lo establecido y cuestiona a una sociedad en la que parece que lo único que importa es la frivolidad del correcto desempeño y en el que la diversión sólo está vinculada al ocio y a la desconexión (o a “portarse mal”)… nunca al trabajo, al cumplimiento de los compromisos personales o a las pequeñas rutinas diarias que tan felices pueden llegar a hacernos en realidad.
Incluso más allá de todo eso, refleja además un optimismo brillante, una bella actitud ante la vida y transmite uno de los mejores mensajes que puede recibir un niño: adelante, hoy puedes disfrutar, puedes ser feliz, tienes mi complicidad para pasarlo bien; puedes equivocarte sin temor y todo ello en la confianza de que cuidarás de ti mismo lo mejor que sabes y te comportarás de la mejor manera que puedas.
Es un deseo de felicidad expresado sin reservas… y lo cierto es que no se me ocurre mejor buenaventura.
Hace años leí un artículo que me marcó. No recuerdo el autor (la memoria no es lo mío) pero su mensaje me caló hondo y me invitó a hacer una de esas reflexiones que se prolongan durante años y que, con el tiempo, terminan convirtiéndose en uno de los muchos hilos que guían nuestras acciones cotidianas.
Así que para empezar, ya que no recuerdo su nombre, por lo menos quiero agradecer a esta persona lo mucho que me regaló con su bonito artículo.
En el texto el autor hablaba de su infancia y su juventud y de cómo se sentía un privilegiado porque su madre siempre se despedía de él diciéndole : “pásalo bien” en vez de “ten cuidado” o “pórtate bien”. El discurso que seguía venía a decir que lo que le agradecía profundamente a su madre era el hecho de no haberle obligado a crecer con miedo, concretamente, con miedo a ser feliz, y que esos “pásalo bien” a lo largo de los años los incorporó como parte de sí mismo y que mucho tiempo después, ya maduro, se consideraba una persona con capacidad de afrontar los retos con optimismo. Él pensaba que parte de su actitud ante la vida se la debía a los “pásalo bien” con que su madre regó su infancia.
La actitud y las palabras de esa madre dicen mucho de ella y, además, encierran en sí mismas toda una rebelión contra lo establecido –que el niño nunca intuyó, pero el adulto sí- y, por encima de todo, una confianza absoluta en el hijo que tenía. Imagino que esas palabras, además, se acompañaron de otros muchos pequeños gestos y tratamientos cotidianos que alimentaron en su hijo lo que más tarde fue una buena autoestima y una actitud ante la vida limpia y valiente.
Cuando uno se despide con un “pásalo bien”, en la puerta del colegio, en casa de la abuelita o en un cumpleaños lleno de niños.. está señalando la posibilidad de disfrute de cualquier experiencia por encima del temor a que al niño le pase algo o “se porte mal”.
De hecho, cuando uno avisa con un “portate bien” parece que estuviera dando por hecho, de manera injustamente profética, que “portarse mal” será el resultado más probable de la jornada. Lo mismo ocurre con el “ten cuidado” o con el mucho peor “haz lo que te digan”.
Y aquí llegamos a otro tema importante, que es la cuestión de cómo los padres muchas veces valoramos a nuestros hijos por sus logros más que por sus procesos y estamos más pendientes de los resultados que del camino que nuestros pequeños recorren para llegar a ellos. Porque a fin de cuentas, ¿qué le deseamos realmente a nuestro hijo cuando se aleja de nosotros rumbo a clase o nos da un abrazo antes de desaparecer tras la puerta de la casa de su mejor amigo? ¿qué esperamos de él, qué objetivo vamos priorizar sobre el resto? ¿su conducta o su vivencia?
“Pásalo bien” es contundente y encierra en sí mismo un punto de partida excelente(“cualquier experiencia puede ser disfrutada”) , una gran confianza en nuestro hijo (“sé que te vas a manejar bien tu solito ahí donde vas”) y la sana elaboración de todos esos temores que inconscientemente le colocamos al niño cada vez que nos separamos de su lado (“algo horrible te puede pasar o algo vas a hacer fatal”).
Es también una sana crítica contra lo establecido y cuestiona a una sociedad en la que parece que lo único que importa es la frivolidad del correcto desempeño y en el que la diversión sólo está vinculada al ocio y a la desconexión (o a “portarse mal”)… nunca al trabajo, al cumplimiento de los compromisos personales o a las pequeñas rutinas diarias que tan felices pueden llegar a hacernos en realidad.
Incluso más allá de todo eso, refleja además un optimismo brillante, una bella actitud ante la vida y transmite uno de los mejores mensajes que puede recibir un niño: adelante, hoy puedes disfrutar, puedes ser feliz, tienes mi complicidad para pasarlo bien; puedes equivocarte sin temor y todo ello en la confianza de que cuidarás de ti mismo lo mejor que sabes y te comportarás de la mejor manera que puedas.
Es un deseo de felicidad expresado sin reservas… y lo cierto es que no se me ocurre mejor buenaventura.
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