Texto escrito para la visita del rey Juan Carlos a Medellín
en 2007
El 12 de octubre del 2004 el periódico Romania Libera de
Bucarest informó de la cacería en la región rumana de Covasna, al pie de los
Cárpatos, en que Juan Carlos Borbón, alias Su Majestad don Juan Carlos I de
Borbón y Borbón (con el “de” y la “y” que se suelen poner estos zánganos en sus
nombres para significar que nacieron de la vagina de oro), mató a escopetazos a
nueve osos, una osa gestante y un lobo y dejó malheridos de bala a varios otros
animales que medio centenar de ojeadores le iban poniendo a su alcance de
suerte que los pudiera abatir alevosamente. Varios miembros de la policía
secreta rumana disfrazados de campesinos e infiltrados entre los ojeadores
protegían de los osos y de cuanto peligro se pudiera presentar al señorito. La
cacería o masacre tuvo lugar del viernes 8 de octubre al domingo 10 y la
organizó la empresa Abies Hunting, experta en estas bellaquerías.
El rey había
llegado al aeropuerto Otopeni de Bucarest en su jet privado, y escoltado por
diez patrullas de la policía y varios vehículos de acompañamiento protocolario
se había trasladado a las cabañas que tenía en la región para sus cacerías
Ceaucescu. Los lugareños de Covasna le depararon a Su Majestad un cálido
recibimiento folklórico vestidos con trajes típicos y lo agasajaron con
palinca, un aguardiente de ciruela que no sé si le gustó o no al borrachín.
Porque han de saber que este señorito viejo además de cazador es mujeriego,
buen vividor, borrachín y corrupto. Lo de mujeriego, buen vividor y borrachín
es cosa suya y de su familia, que se lo tendrán que aguantar. Lo de corrupto es
cosa de España, que lo alcahuetea. Y lo de cazador es cosa mía y la que me
mueve a escribir este artículo para denunciar al bellaco.
Dada la absoluta
insensibilidad de la mayoría de los seres humanos ante el sufrimiento de los
animales, pero dada también la indignación general que causan en todos lados la
venalidad y los peculados de los funcionarios públicos, voy a mencionar de
pasada a algunos de los amigos íntimos del rey, con quienes ha tenido negocios
(ya no más porque están en la cárcel) y quienes, tramados en la más embrollada
red de complicidades y llenándose de paso sus bolsillos de millones, han
hinchado las arcas reales con los sobornos que han sacado de aquí y allá con su
consentimiento y usando su nombre hasta el punto de convertirlo, del pobretón
que era cuando llegó a la Corona en 1975, en uno de los hombres más ricos del
mundo: en el 2003 la revista Forbes le atribuía una fortuna de 1.790 millones
de euros. He aquí unos cuantos de sus amigos delincuentes:
Javier de la Rosa y Manuel Prado y Colón de Carvajal (otro
con la “y” y el “de”, nacido de la chimba de oro), condenados en diciembre del
2002 por la Audiencia Nacional de España el primero a cinco años y medio de
prisión y el segundo a dos por los delitos de apropiación indebida y
falsificación de documentos (75 millones de euros le transfirió De la Rosa a
Prado para que éste se los repartiera con el rey). Mario Conde, “el banquero de
la monarquía”, que se embolsó 8.000 millones de pesetas, y que fue condenado
por el Tribunal Supremo por los delitos de estafa, apropiación indebida y
falsificación de documentos a 20 años de cárcel que viene purgando desde
diciembre de 1994. Este Conde sin condado, un “financiero” (hampón), es el del
famoso caso del banco Banesto, que presidió de 1987 a 1993 y donde el rey tenía
dos cuentas, la 8317-172 y la 148963-172, vinculadas con operaciones en la
Asturiana de Zinc, Sindibank y el propio Banesto.
Alberto Alcocer y su primo
Alberto Cortina, “los Albertos”, del Banco Zaragozano y asiduos del Palacio de
la Zarzuela, a quienes en marzo del 2003 el Tribunal Supremo condenó a tres
años y cuatro meses de prisión por los delitos de estafa y falsificación de
documento mercantil en la venta de la sociedad Urbanor, propietaria de los
terrenos donde se construyeron las torres KIO de los kuwaitíes (de cuyos fondos
en 1992 De la Rosa transfirió 12 millones de euros a una cuenta personal en
Suiza del “administrador privado del Rey”, el mencionado Manuel Prado y Colón
de Carvajal).
Los Albertos pidieron el indulto al Gobierno, que lo denegó, tras
de lo cual recurrieron la sentencia del Tribunal Supremo ante el
Constitucional, recibiendo el apoyo del rey. Obligados por la condena del
Tribunal Supremo a renunciar a sus cargos en el Banco Zaragozano y a vender la
participación del 40 por ciento que tenían en la empresa Barclays, se
embolsaron en esta última operación 453 millones de euros. En los montes de
Toledo tienen una finca de 2.000 hectáreas, Las Cuevas, donde para venderles
una flota de carros de combate y cañones a los saudíes los invitaban a cazar en
el mejor estilo del franquismo, cuyos jerarcas solían cerrar sus negociados y
tramar sus corruptelas en el curso de las cacerías, a las que tan aficionado
era el Caudillo. Impuesto por éste, Juan Carlos Borbón, el cazador, no surge
pues de la nada por generación espontánea: brota de lo más corrupto e inmoral
de España. Es la herencia infame que les ha dejado Franco a los españoles
después de haber arrasado con su cultura.
Tres hijos oficiales y reales tiene Juan Carlos: dos
infantas y un principito, casados todos y en pleno delirio reproductor. El
principito anda ya por los cuarenta y se ha convertido en un principote alto y
largo como una cañabrava que mandan a las tomas de posesión de cuanto
presidentucho de América no alcanza a merecer rey (como Uribe) para que se
destaque entre los invitados y los aborígenes por su gran altura moral. Lee
bien los discursos que le escriben, a diferencia de su papá que será muy bueno
para la escopeta y la rapacería pero que nos ha resultado a los de la raza
hispánica bastante torpe de lengua así lo pongan a presidir los congresos de
Academias de la susodicha, como el que viene a inaugurar en Medellín, la ciudad
de las orquídeas en el país de los doctores (donde se le dice “doctor” a
cualquier hijueputa).
Señor alcalde de Medellín: ahora que vaya el rey a mi ciudad
y lo suba en su Metrocable para mostrarle desde arriba la bella villa toda
despedorrada abajo por las obras de su Metroplús, muy respetuosamente le
recuerdo que se debe dirigir a él como “Majestad”, que es como le dijo Uribe en
la última cumbre en que se vieron en el Cono Sur: “Majestad -le dijo con su
vocesita, sumiso, el bajito mirando hacia arriba-, cómprenos nuestros productos
pero no la coca, que nos hace mucho mal”. ¡Pendejo! ¡Qué va a saber el Rey de
España qué es la coca! Habrá pensado que son las Coca Colas que producimos en
Colombia y no el polvito blanco que tan felices hace a muchos y que fabricamos
con gran ingenio artesanal en nuestras cocinas repartidas por todo el
territorio nacional como Tirofijo.
En fin, lo que el periódico rumano sacó a la luz no fue más
que la punta del iceberg: la testa coronada estaba yendo a Rumania a cazar
furtivamente desde hacía décadas, desde los tiempos de su compinche Ceaucescu,
el tirano sanguinario de Rumania, que lo invitaba. Y a propósito de genocidas y
tiranos, sabemos de una carta del 4 de julio de 1977 en que nuestro Borbón,
recién encaramado al trono y en plena pobreza, le extiende la mano al sha de
Persia: “Me tomo la libertad, con todo respeto, de someter a tu generosa
consideración la posibilidad de conceder 10 millones de dólares como tu
contribución personal para el fortalecimiento de la monarquía española”. “Con
todo respeto”, como piden los mendigos de Bogotá. Y a la monarquía saudí le
pidió un crédito de 100 millones de dólares, que la empresa kuwaití KIO le
entregó a Manuel Prado y Colón de Carvajal a cambio de que durante la Tormenta
del Desierto la aviación estadounidense pudiera disponer a su antojo de las
bases españolas de Rota y Torrejón. Y hasta el sol de hoy. Nunca pagó.
Otros amigos y cómplices del Borbón son el georgiano Zourab
Tchokotua, procesado en Mallorca en 1978 y 1992 por estafas inmobiliarias; el
dueño de la FIAT Giovanni Agnelli implicado en casos de corrupción en Italia; y
Marc Rich, calificado como “el delincuente más inescrupuloso de la era
moderna”, prófugo de la justicia norteamericana que lo perseguía por 65
delitos, enriquecido por sus suculentos negocios con la mafia rusa, Milosevic y
la empresa Hallyburton de Dick Cheney y nacionalizado español.
“El rey de todos los españoles” no tiene que rendir cuentas
de sus acciones, no se le pueden fincar responsabilidades, goza de inmunidad
penal ante cualquier delito y está protegido por la Consitución, que lo
considera inviolable. Y como si esto fuera poco, el artículo 490 del Código
Penal español amenaza: “El que calumniare o injuriare al rey será castigado con
la pena de prisión de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran
graves, y con la multa de seis a doce meses si no lo son”. Y así han llevado al
banquillo entre varios, acusados de injurias al rey, a Jesús Zulets por una
caricatura en la revista El Cocodrilo y a Javier Madrazo por decir “ya que le
pagamos policías, yates, viajes a esquiar y a montar a caballo, no habría
estado de más que por una vez abandonase sus ocupaciones y compartiese con la
sociedad su preocupación por la guerra de Iraq”.
Sin embargo cuando José María
Ruiz Mateos, prófugo de la justicia española, acusó desde Londres al rey de
haber aceptado “miles de millones” no sólo de su propio bolsillo sino del de
diversos empresarios y el Fiscal General del Estado lo iba a procesar por el
delito de injurias, lo que habría podido convertirse en un sumario contra el
impúdico monarca quedó reducido a nada, le dieron carpetazo al asunto. De la
secta tartufa y cazadora de herencias del Opus Dei, este Ruiz Mateos fue el
artífice de Rumasa, un holding de infinidad de empresas que le expropiaron. La
Audiencia Provincial de Madrid lo ha condenado recientemente a tres años de
cárcel por los delitos de alzamiento de bienes y de insolvencia punible en la
venta de la agencia de viajes Mundo Joven, pecata minuta frente a la
inconmensurable magnitud de sus fraudes. Éstos son pues los que le untan la
mano al monarca y los que lo han situado en un buen puesto en el ranking de la
revista Forbes.
Pero no nos desviemos y volvamos a los osos. No bien Romania
Libera destapó la cloaca los ecologistas pusieron el grito en el cielo. Pero no
porque don Borbón hubiera masacrado a mansalva a unos pobres animales que nada
le habían hecho, sino porque estaba violando una ley internacional ya que el
Urusus arctos, la especie de los osos que “abatió”, está protegida por la
Convención de Berna de 2001. Yo no tengo nada que ver con los ecologistas que
creen, como ese libro imbécil del Génesis, que los animales están ahí para el
servicio del hombre y que para eso los hizo Dios. Dios no existe y me importa
un comino que se vaya al diablo este planeta. Para mí, simplemente, los
animales son mi prójimo, los quiero y considero una solemne ruindad ir a
matarlos por diversión. ¡Pero qué! Educados como hemos sido los colombianos y
los españoles en la infame religión de Cristo que no tuvo ni una sola palabra
de compasión por ellos, ¿qué se puede esperar de nosotros? Como les dijo a los
ecologistas Demetre Janos, un funcionario rumano que participó en la cacería
real, en declaraciones para el periódico Crónica cuando la polémica pasó de
Rumania a España: “Su Majestad estuvo de visita privada. No entiendo por qué
los ecologistas montan tanto jaleo. ¿Por qué no se manifiestan cuando se mata
el cerdo en Navidad, o en contra de que las sopas se elaboren con gallinas?”.
No escarmentado con el revuelo que desató en España y en
toda Europa, don Borbón volvió a sus andadas y en octubre pasado fue a Rusia
invitado por Putin y en la región de Vologda, en el noroeste del país, mató de
un disparo a Mitrofán, un oso domesticado que le soltaron habiéndolo
emborrachado antes con vodka mezclado con miel. Y este hombre valeroso es al
que hoy invita el alcalde de Medellín con la esperanza de que se monte en su
Metrocable y suba al barrio Santo Domingo Savio, en nuestras sangrientas
comunas, a ver si salimos en la prensa internacional ya no por los carteles de
la droga y nuestros incontables asesinados sino como anfitriones de todo un
Congreso de Academias de la Lengua, que el zángano real va a presidir.
¿Y con
qué derecho? ¿Qué ha hecho él por la lengua española, si ni siquiera sabe leer
los discursos que le escriben? Piénselo bien, señor alcalde, antes de decirle
“Majestad” a este bellaco, ya que metió las patas invitándolo a Medellín para
arrodillársele, e infórmese y aprenda historia, por si no la sabe. Este Borbón
es nieto del frívolo Alfonso XIII, que tuvo que salir huyendo a Roma, y
descendiente de Fernando VII, el déspota tarado que provocó la guerra de
Independencia de América convirtiendo a este continente que estaba unido en una
colcha de retazos de paisuchos limosneros y desgarrando a España. Y no se
olvide de estos versos de Epifanio Mejía, que hoy cantamos en el Himno de
Antioquia:
Nací libre como el viento
de las selvas antioqueñas,
como el cóndor de los Andes
que de monte en monte vuela.
No me vaya a salir ahora como el Cid, de quien se dice en su
poema: “Qué buen vasallo sería si tuviera buen señor”. ¡El héroe nacional de
España soñando con ser criado! España no tiene redención y nuestra gran
desgracia ha sido que nos colonizara esta raza, la más cerril de Europa y la
más cruel con los animales, la de la Inquisición de Torquemada, la gran lacaya
de la puta vaticana de Roma, la nación de los tiranistas que fueron capaces de
gritar cuando los franceses los querían liberar de Fernando VII: “¡Vivan las
cadenas!” España, capaz de tirar cabras vivas desde los campanarios de las
iglesias.
En Tordesillas (provincia de Valladolid), el martes de la
segunda semana de septiembre y durante las fiestas que se celebran desde hace
siglos en honor de Nuestra Señora la Virgen de la Peña, se corre el famoso
“toro de la vega”: sueltan un toro para que una horda de católicos de a pie y
de a caballo y armados de lanzas que terminan en afiladas hojas metálicas lo
persigan y lo alanceen una y otra vez en cualquier parte del cuerpo, pero eso
sí, sin matarlo ni usar vehículos de motor por prohibición expresa del
Ayuntamiento que es muy civilizado. Al toro lo obligan a cruzar un puente que
desemboca en una vega y por ella sigue la persecución hasta que el animal cae al
suelo exhausto. Entonces el que llega primero lo remata acuchillándolo en la
nuca, le corta los testículos que enarbola en una lanza y como premio del
Ayuntamiento recibe otra lanza, ahora toda de hierro, y una insignia de oro.
En
cambio en las fiestas de San Juan en Coria (provincia de Cáceres), al toro no
lo alancean: lo acosan por las calles durante horas bajo una lluvia de dardos
que la chusma católica y borracha le lanza con cerbatanas hasta que lo matan. Y
en Medinaceli (provincia de Soria), ni lo alancean ni lo asaetean: echan el
toro a correr vuelto una bola de fuego. Son los “toros de fuego”, de los que
los hay también en las provincias de Zaragoza, Teruel y Tarragona y por toda la
comunidad valenciana: la turba arrastra al toro hasta un pilar donde lo
inmovilizan, le atan en los cuernos un dispositivo metálico con bolas de
material inflamable (como las candilejas de nuestros globos) que encienden y
sueltan al animal que huye envuelto en fuego mientras el líquido encendido le
chorrea por la cabeza y por los ojos. O como los toros “ensogados” de las
provincias andaluzas de Almería, Málaga, Huelva, Córdoba, Cádiz y Jaén; o los
de Lodosa en Navarra; o los de Cenicero y Cabretón en La Rioja; o los de las
provincias aragonesas de Zaragoza y Teruel; o los de la provincia catalana de
Tarragona, o los de San Sebastián en el País Vasco, víctimas todos de la
crueldad más vesánica. O como las vacas “enmaromadas” de las provincias de
Zamora y de Cuenca o las que sacrifican a la vista del que pasa por las calles de
los pueblos de Extremadura. O como las becerradas de El Burgo de Osma
(provincia de Soria) o las de Segovia en que sacan terneros al ruedo para que
la turba los golpee, les clave banderillas y los mate. Y todo ello en honor de
las Vírgenes y los santos de nuestra infame Iglesia Católica, Apostólica,
Carnívora y Romana, que calla y mama de la ubre grande de la vaca.
Todo esto es
hispanismo, cultura hispánica, de esa que tanto defiende mi taurófilo amigo
Antonio Caballero, en lo cual, con todo y ser él la conciencia de Colombia,
coincide con el difunto padre de nuestro reelecto Primer Mandatario, y padre
asimismo del tenebroso Santiago, el de los Doce Apóstoles. Papá Uribe solía
organizarles corridas de toros en sus fincas a los Ochoa, los del cartel de Medellín,
nuestra inefable Medallo a la que dentro de unos días llegará el Rey entre
centenares de agentes secretos españoles y un batallón de soldados colombianos,
más cuidado que ni que fuera la chimba de la Virgen.
¿Juan Carlos Borbón es una vergüenza de España? No. España
es una vergüenza de la humanidad. Él la representa a la perfección. España es
eso: crueldad con los animales, cerrazón del alma, servilismo de lacayos. Hay
que sacarla de la Unión Europea rapidito, antes de que la pudra.
Señor alcalde de Medellín, paisano: por desinformación e
ignorancia de la Historia (y no quiero pensar que por bajeza moral) metió usted
las patas al invitar a mi ciudad a ese bellaco. No nos vaya a salir ahora de
arrodillado con zalemas uribescas, lacayunas. Nada de “Majestad”, que le va a
sonar muy lambón y montañero. Dígale doctor. Doctor Borbón.
Ah, y no lo suba en su Metrocable que de pronto se le
descula. Mejor llévelo a La Macarena y que Santiaguito Uribe, buen hijo de su
papá, le organice una corrida.