Memoria de elefante
Muchas gracias a Becky por esta maravillosa historia.
El comportamiento de los elefantes traspasa, en ocasiones,
las más insólitas fronteras, como han demostrado recientemente un grupo de
paquidermos en África del Sur, que acudieron a la casa de Lawrence Anthony, un
hombre que dedicó buena parte de su vida a salvar animales por todo el mundo,
tras fallecer Anthony.
Lawrence Anthony era y es una leyenda del continente
africano por su labor en pro de la protección de animales, en especial de
rinocerontes y elefantes, por todo el mundo. Un ejemplo de su trabajo se dio
durante la invasión norteamericana a Irak en 2003, donde logró rescatar a los
pocos animales que habitaban en el zoológico de Bagdag y que habían sobrevivido
a los combates, incluidos varios elefantes. O en la guerra civil en la
República Democrática del Congo, donde logró que las dos facciones parasen los combates
para poder rescatar a los cuatro únicos rinocerontes blancos que no habían sido
víctimas de la guerra.
Sus experiencias en el rescate de animales los ha plasmado
en tres libros: Abylon's ark: the incredible wartime rescue of the Baghdad zoo
(El arca de Babilonia: el increíble rescate del zoo de Bagdad durante la
guerra), The last rhinos (Los últimos rinocerontes) y el best-seller The
Elephant Whisperer, (El encantador de elefantes).
Lawrence fallecía el pasado 7 de marzo a los 61 años de edad
como consecuencia de un paro cardíaco, y dos días después varias manadas de
elefantes, conducidas por sus respectivas matriarcas, llegaron hasta su casa en
Sudáfrica, en fila india, tras haber recorrido 15 kilómetros desde su lugar de
campeo.
Según testigos presenciales, los elefantes parecían tristes,
como si fueran conscientes de la desaparición de Lawrence y hubieran acudido a
mostrar sus condolencias. Francoise, la esposa de Lawrence, se conmovió
especialmente con el hecho y aseguró que ninguno de los alrededor de 20
elefantes que acudieron a la casa familiar había estado viviendo en los
alrededores de la vivienda al menos en el último año.
Los paquidermos permanecieron allí dos días y dos noches
seguidas, y en la mañana del tercer día pusieron rumbo a sus zonas de campeo
habituales, en silencio y yendo en fila india.
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