miércoles, 18 de enero de 2012

0015 OFICIO INVISIBLE


EL OFICIO INVISIBLE
Vilma Castillo


Desde hace varios años, cada 27 de octubre se celebra el Día del Corrector de Textos, “esos profesionales que se encargan de que un escrito se presente ante nuestros ojos de la mejor manera posible, cuidando el estilo de la lengua y siguiendo las normas de la gramática". Sin duda, un trabajo que muchas veces pasa inadvertido, pero que llama poderosamente la atención “cuando no se realiza”.


El porqué de esta fecha lo encontramos en el nacimiento de Erasmo de Rotterdam, filósofo, humanista, teólogo y filólogo holandés del siglo XVI, a quien se considera el primer corrector gracias a su labor como revisor de originales en una imprenta de Venecia. El día se instituyó gracias a la Fundación Instituto Superior de Estudios Lingüísticos y Literarios (Litterae) con sede en Buenos Aires, Argentina.


El corrector de textos -también llamado corrector de estilo o corrector tipográfico-, es aquel que cuida que un texto llegue a los lectores bien escrito, o sea, el encargado del control de la calidad.


Comparto esta preciosa poesía de Emilio Frugoni (poeta uruguayo de la generación de 1880) que se titula "La errata". He aquí la versión sin errata de "La errata":




La errata


Es un duende maligno y solapado.
Salta en medio de las frases que el ingenio combina
con una terrible voluntad asesina
hunde en plena belleza el puñal de una falta.
La construcción magnífica del pensador asalta.
Al globo del estilo clava traidora espina.
Y en el concierto mágico del verbo desafina
emitiendo una nota perturbadora y alta.
El incansable artífice a golpes de martillo
y de cincel ilustra su castillo encantado,
Y él de un papirotazo desbarata el castillo.
En el cáliz del numen su ponzoña deslíe
Y en el templo de Apolo, tras el dios colocado,
Con una mueca infame, grotescamente, ríe.


Gracias a esta noble profesión, cada noticia, trifolio, revista, periódico, libro, boletín o afiche que se imprima, sale no sólo ortográficamente bien escrito, sino estilísticamente bien hecho. Así que como somos pocos en este campo, me autofelicito y felicito anticipadamente a mis colegas que se desempeñan como correctores de texto.


Apostilla sobre Erasmo de Rotterdam:


Erasmo de Rotterdam (1467-1536) empezó a escribir relativamente tarde en su vida, porque consideraba que quien no sabe escribir bien, siempre se equivoca al expresarse o transmitir un mensaje. Por ello, se ocupó primero en convertirse en un verdadero maestro en el uso estilístico y narrativo del lenguaje.


La popularidad de sus obras, traducidas del latín a las lenguas vulgares, se debe al hecho de estar escritas en un estilo simple y directo, que puso los más complejos problemas teológicos al alcance de todos los lectores, universalizando y haciendo accesibles numerosas cuestiones que hasta ese momento habían sido resortes exclusivos de una reducida élite. En síntesis, le cabe a Erasmo el invalorable rol de haber democratizado la cultura a partir del lenguaje.


Erasmo de Rotterdam fue uno de los hombres cuya vida definió el concepto de librepensador renacentista. Su traducción del Nuevo Testamento inspiró a Lutero para seguir adelante con su polémica reforma; y su traducción de la Biblia fue la base de la célebre versión conocida como "King James".


Errata millonaria
Que un libro tenga un error es terrible porque la huella del crimen se multiplica tantas veces como el tiraje con el que se publica. El error en portada es el más afrentoso por su evidencia; pero ¿en un billete?


El Banco de México emitió un billete conmemorativo del centenario de la Revolución mexicana con valor de 100 pesos. Al reverso de ese billete se lee en el fondo repetidamente "Sufragio electivo y no reelección" en vez del lema maderista "Sufragio efectivo, no reelección".


Son 50 millones de ejemplares los que reproducen el error que Banxico ha explicado por una jugarreta del archivo de cómputo. Es verdad, puede ocurrir; pero precisamente existen varios ojos que deben revisar el prototipo de impresión, la matriz de impresión y la prueba de impresión. Que no lo hagan nuestros más importantes banqueros es sumamente grave y seguramente le costará el puesto a varios funcionarios.



Otras erratas:
Hay un libro de don Joaquín Edwards titulado “En torno al periodismo y otros asuntos”, donde recopiló columnas, artículos, pero, por sobre todo, una colección de erratas publicadas en diarios sudamericanos. Aquí algunas de las más destacables:


-Dice: “El obispo padecía una encefalitis litúrgica”
Debió decir “padecía una encefalitis letárgica”


-Dice: “El ministro es un brujo para el país”
Debió decir “es un lujo para el país”


-Dice: “Chile adhirió al Pacto con salvavidas”
Debió decir “adhirió con salvedades”




-Dice: “El hacendado conoce bien la flojera”
Debió decir que conoce bien “la filoxera”


-Dice: “España trajo el cerdo católico”
Debió decir “el credo católico”


-Dice: En momentos de peligro, los militares deben empeñar la espada”
Debió decir que los militares “deben empuñar la espada...”


-Dice: “Apelaron al Código del Horno”
Debió decir que apelaron al Código del Honor...


-Dice: “Falleció de hipocresía...”.
Debió decir “Falleció de hidropesía”


Asimismo, Henry Miller habla sobre el corrector en su magnífica obra “Trópico de cáncer”: Un buen corrector de pruebas no tiene ambiciones, ni orgullo, ni esplín. Un buen corrector de pruebas se parece un poco a Dios Todopoderoso: está en el mundo, pero no es del mundo. Es sólo para los domingos. El domingo es su noche libre. Los domingos baja de su pedestal y enseña el culo a los fieles. Una vez a la semana escucha a escondidas el dolor y la aflicción del mundo; es suficiente para que le dure el resto de la semana. El resto de la semana se queda en las congeladas ciénagas invernales, un absoluto e impecable absoluto, con sólo una marca de vacuna para distinguirlo del inmenso vacío.


La mayor de las calamidades para un corrector de pruebas es la amenaza de perder el trabajo. Cuando nos reunimos en la pausa del descanso, la pregunta que nos hace correr un escalofrío por la espina dorsal es la siguiente: ¿Qué harías si perdieras el empleo? Para el hombre que trabaja en los campos de ejercicio del hipódromo, cuya obligación consiste en barrer el estiércol, el supremo terror es la posibilidad de un mundo sin caballos. Decirle que es repugnante pasarse la vida traspalando cagajones calientes, es una imbecilidad. Un hombre puede llegar a sentir gran afición por la caca si su subsistencia depende de ella, si su felicidad está comprometida.


La vida que parecería el último peldaño de la degradación si fuera todavía un hombre con orgullo, honor, ambición, etc., la recibo ahora con el mismo gusto con que un inválido recibe la muerte. Es una realidad negativa, como la muerte: una especie de cielo sin el dolor y terror de morir. En este mundo atónico, lo único importante es la ortografía y la puntuación. Nada importa cuál sea la naturaleza de la calamidad con tal que esté bien escrita sin faltas de ortografía.


Nada escapa a la mirada del corrector de pruebas, pero nada atraviesa su chaleco a prueba de balas. Un corrector de pruebas no suele levantarse hasta las doce, o un poco después. Se requiere más concentración para descubrir una coma faltante que para hacer un epítome de la filosofía de Nietzche.



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