viernes, 27 de abril de 2012

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CRECER DE OTRA MANERA
Ignacio Gros


La grave crisis actual confirma que el mundo no va bien. Empujados por la idea de alcanzar el mayor crecimiento económico posible, hemos llegado a un callejón sin salida, en la economía y también en el ámbito ecológico. Aparte, el régimen del «cada vez más» ni siquiera ha redundado en una mayor satisfacción personal, por mucho que haya ido aumentando el PIB.

Los defensores del decrecimiento, agrupados en movimientos de diversos países, llevaban tiempo advirtiéndolo: la búsqueda del máximo beneficio y del crecimiento ilimitado en un mundo evidentemente limitado sólo podía conducirnos al desastre. Lamentablemente, esa predicción está cumpliéndose.



-Sufrimos un colapso del sistema económico que va a generar mucha pobreza y que puede poner en peligro las democracias.

-La escasez de recursos ya ha implicado conflictos armados y, si seguimos así, sólo puede empeorar.

-Nuestro planeta padece un grado terrible de contaminación cuyas consecuencias afectan también a nuestra salud (proliferación de cáncer, problemas respiratorios...).

-Se agrandan las desigualdades tanto entre países como en el seno de los mismos.

Menos estrés, menos contaminación, menos competitividad, menos deudas se traduce en más tiempo, más serenidad, más salud, más armonía, más humanidad, más libertad. Estos valores habían sido objeto de burla en un mundo ferozmente competitivo. Ese mundo ha terminado. Hay algo imprescindible ya: volver a empezar. -Jean Claude Besson Girard.

En un momento en el que políticos de diferentes países insisten en “la necesidad de fomentar el crecimiento y el consumo” cada vez son más las voces que apuestan por un modelo diferente. Consideran que crecer, sin más, no es positivo. Pero hay diferentes formas de crecer.

 Que el dinero no compra la felicidad es algo bien sabido. Cubiertas las necesidades básicas, el dinero no es una buena herramienta para medir el nivel de felicidad de una persona. Frente a una visión tradicional, que equipara crecimiento económico y calidad de vida, surge otra que pone en duda este principio. Hace años que muchos países sobrepasaron el punto en el que crecimiento económico y bienestar se relacionan de forma directa.


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