jueves, 22 de marzo de 2012

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ACERCAMIENTO A UN RETRATO EN PENUMBRAS
Ena Krite

“Primero describiré absurdamente la casa; después, intentaré sin éxito un débil y grosero retrato de las personas”. H. Bustos Domecq, Seis problemas para don Isidro Parodi (1)

Caminaba por las calles en ruinas, abandonadas al silencio abrazado a las sombras. Las estrellas se ocultaban bajo un manto nebuloso, atisbabando la inmensidad. Los baches inundados por la última lluvia de la temporada, reflejaban edificios descoloridos.

Mientras cruzaba el puente que atraviesa el río pestilente, vio una silueta, en primera instancia creyó observar un bulto de cemento; al moverse descubrió a un hombre en andrajos. Su imagen la obligó a trasladar sus pensamientos a otro rumbo, a otro sitio de días pasados: recordó el rostro que transmitía la televisión con insistencia, a veces con morbosidad; otras, de forma subjetiva, dando a la noticia poca credibilidad; sin embargo, en limitadas ocasiones el informe era objetivo, dando mayor relevancia al suceso.

El hombre en miseria podría ser el hermano del que miraba fijamente a través del monitor. La persona que acaparaba la atención de los televidentes, tenía el rostro aceitunado. Los ojos ausentes de brillo, invitaban a compartir un sitio en el carrusel infernal. La nariz alargada y encorvada, denotaba inclemencia y desdén. La boca por donde brotaban necedades, era oscura, buscando engullir a todo el orbe. Una barba gris se mecía al compás de cada gesto enfático. Y las manos en apariencia pausadas, sugerían que en cualquier momento detonarían la bomba. Daba la impresión de estar preso dentro de sí mismo, obligado a rendir pleitesía y acatar órdenes de un ser supremo.

El individuo del puente también gesticulaba y balbuceaba incoherencias amenazantes. Ella sintió miedo al mundo desconocido de la mente en torbellino del indigente, temió verse arrastrada a una ciénaga de la que no podría escapar. Optó por cambiar de acera para enfrascarse en sus pensamientos, ¿acaso no menos lúgubres que los del hombre de la televisión y el mendigo loco?

Llegó a su casa en penumbras, el perro la recibió con las acostumbras muestras de afecto a la espera de la tortilla de todos los días. A tientas encontró la botella de aguardiente, al dar unos sorbos al preciado líquido, escuchó los gritos de los vecinos, no quiso levantarse del lecho formado con periódicos. Fue sólo cuando el sonido metálico de maquinaria pesada que se vio obligada a erguirse. Al acercarse a la entrada, su mirada se paralizó ante la imagen que tenía frente a ella: el pordiosero loco le hacía señas para abandonar la vivienda. En la calle la gente vociferaba, un velo cubrió la escena mientras las máquinas como gigantescos monstruos derrumbaban las casas hechas con cartones y láminas.

Se alejó del lugar en compañía del perro, detrás de ellos caminaba el hombre, dando tragos a una botella de caña a la par que lanzaba improperios y lo más sorprendente fue que su nombre iba intercalado en ellos. El corazón estuvo a punto de brincar de los harapos que colgaban de su flácido cuerpo, él era Filiberto, su marido. Dio el último sorbo de lo que quedaba en el frasco, su mandíbula se desencajó babeante, el can con la fidelidad que distingue a los de su estirpe le hizo comparsa en sus aullidos y una cascada de ira cubrió a la noche.


Septiembre de 2001.


(1) H. Bustos Domecq (pseudónimo de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares) publicó en 1942 un libro de relatos policiales que pertenece al género humorístico: Seis problemas para don Isidro Parodi. Editorial Sur, 1971

Ilustración: Arcadio Acevedo

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